Archivos - Página 2
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De homenajes y generaciones
Vol. 5 Núm. 20 (2022)Hace poco más de cuarenta mil años, los neandertales comenzaron a enterrar a sus muertos. En Catal Hüyük, Anatolia, uno de los asentamientos urbanos del neolítico mejor conservados, se descubrió que los cuerpos de los familiares fallecidos eran metidos en cestos o envueltos en esterillas y enterrados justo debajo de las habitaciones principales de sus casas.
Desde luego, otras especies animales reaccionan ante la muerte de uno de sus semejantes, o de sus cuidadores o dueños en el caso de los animales domésticos. Como todo el mundo sabe, incluso la re-sienten. Sin embargo, se cree que uno de los rasgos que nos distinguen de los demás animales es que los humanos honramos a nuestros muertos con complejos rituales. Algunos investigadores atribuyen las honras fúnebres al surgimiento de la conciencia de la muerte, así como de las creencias religiosas. Sea de un modo o de otro, nunca hemos dejado de hacerlo desde entonces, y ya no sólo nos conmueve la muerte de uno de nuestros familiares y amigos, sino también lamentamos la de aquellos hombres y mujeres que nos han ayudado a entender nuestra condición, la de quienes han contribuido a nuestra formación en cualquiera de los aspectos de la vida aun cuando no los hayamos conocido en persona.
Por ello, el presente número de Inundación Castálida está dedicado a aniversarios, algunos de los cuales conmemoramos el pasado 2021 y otros que están siéndolo en 2022. Y puesto que se trata de la vida y sus ciclos, no sólo celebramos acontecimientos dichosos sino también rendimos homenaje a quienes han partido.
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Antonieta Rivas Mercado
Vol. 5 Núm. 16a (2020)Hay por lo menos un par de modos de ser artista. Está el más visible: aquel de quienes trabajan su obra y no sólo buscan ser originales, rompedores de las tradiciones y los cánones, sino además quieren sobresalir —en ciertos casos a toda costa, por encima de todo y aun pasando por encima de alguien, o de todos—. De estos últimos hay quienes, además de amonedar su obra, hacen lo posible por hacer brillar su nombre, convertirse, primero, en referente, y luego, en un adjetivo: kafkiano, picassiano, borgiano —aunque ni en Kafka ni en Borges, de haberla tenido, su “idea de gloria” estribaba precisamente en amonedar su creación y convertir su apellido en marca registrada—. También está el modo de quienes suelen ser menos visibles, menos ostentosos, acaso más frágiles, y que luchan discreta y hasta secretamente por llevar su obra, a la que consagran no menos talento ni trabajo, a un escenario, a un taller, a una galería, a una sala, a una revista, a una editorial, a una disquera, y acaso, con suerte, lograr el mismo reconocimiento que el artista prestigiado.
Pero entre esos modos posibles está uno muy especial, no menos valioso y sí indispensable. Se trata de personas que no creen ser artistas porque no desarrollan una obra en específico —una novela, un óleo, una película, una composición—, pero lo son por derecho propio, y los necesitamos tanto como a los otros porque hacen el barbecho (ese momento en que la tierra no da resultados espectaculares pero descansa, se rehumedece, se nutre y se fortalece para en su momento dar alimento). Son hombres y mujeres también artistas, sólo que sus obras consisten en preparar a las generaciones por venir, o el porvenir de las siguientes generaciones, como quiera verse. Su creación son sus contemporáneos al abrirles espacios nutricios, tierras donde cultivar y hacer florecer y fructificar sus obras. Éste es el caso de Antonieta Rivas Mercado, la mujer que supo ver y reconocer el talento de un Salvador Novo, de un Xavier Villaurrutia; que supo abrir foros para el teatro moderno mexicano y acompañó en su ruta a pintores, a músicos, a dramaturgos, a poetas y ensayistas, a traductores. Y a caudillos culturales: José Vasconcelos. Una mujer que a la vez supo construirse una libertad y una identidad que estaban lejos de ser usuales, mucho menos aceptadas, en aquella época. Y en ese sentido podríamos considerarla una de nuestras primeras feministas.
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india
Vol. 4 Núm. 12a (2019)Como siempre en esta época, hacemos eco de la Feria Internacional del libro de Guadalajara que este año se engalana con India como país invitado. La tradición dice que en el Mahabharata se encuentra todo el conocimiento del mundo, nosotros nos plegamos a esa hermosa convicción y ofrecemos una muestra de su gran literatura con textos que nos invitan a reencontrarnos con el Rg Veda, la Bhagavad Gita, y las Upanisads, de los que tenemos un adelanto de la más reciente traducción al español de Juan Arnau. Y recordamos la devoción que la India ha despertado entre nuestros poetas, recogiendo un fragmento de El Dhammapada, en una hermosa versión de Alberto Blanco; un poema de Octavio Paz, que del mismo modo que Juan José Tablada nos puso al tanto del Japón en años veinte del siglo pasado, él nos trajo el perfume de la India en los años sesenta; y finalmente un hermoso texto de nuestra querida Elsa Cross quien, se diría, es nuestro más reciente avatar del poeta enamorado de oriente. En el fondo todos aspiramos a hacer de nuestro espíritu, una India interior, acaso, para nuestros jóvenes lectores de la Universidad del Claustro de Sor Juana, esta sea la oportunidad de comenzar ese camino. -
A cien años de la Revolución Rusa
Vol. 2 Núm. 4 (2017)Paul Valéry pensaba que ´la historia de la literatura no debería ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras sino la Historia del Espíritu como productor y consumidor de literatura´. Esta observación podría trasladarse sin demérito de la historia de la literatura a la historia general. Es decir, la historia no debería ser sólo el recuento de acontecimientos históricos ´batallas, firmas de tratados´ sino la Historia del Espíritu como productor y consumidor de ideas.
Este es el sentido que queremos darle, en este cuarto número de Inundación Castálida, a la celebración de los 100 años de la Revolución Rusa. Este acontecimiento no hubiera sido posible sin la idea moderna de que los hombres pueden cambiar sus circunstancias. Hasta la aparición del filósofo de la historia Giambattista Vico (1668-1744) la historia era una serie de acontecimientos predeterminados por Dios, pero Vico comprendió que el mundo social era obra de los hombres y las mujeres.
Esta idea, que nos parece tan evidente hoy en día, tuvo que desarrollarse a lo largo de varios siglos y arraigarse en la mente de muchos intelectuales de Jules Michelet a Anatole France, de Saint-Simon a Charles Fourier, de Robert Owen a Karl Marx, y después bajar lentamente a las conciencias de los hombres y mujeres de a pie para llevar a cabo un cambio que hoy celebramos, un acontecimiento histórico, sí, pero sobre todo un acontecimiento de la imaginación encarnando en la realidad.